Un día común en mi vida terminó convirtiéndose en una experiencia inesperada y un tanto incómoda. Acudí a realizar la compra semanal en mi supermercado favorito, pero nunca imaginé que acabaría siendo confundido con un ladrón. Resulta irónico como algo tan simple como comprar alimentos puede convertirse en un problema.
Como de costumbre, ingresé al supermercado con una lista de compras. Comenzaría por la sección de verduras y frutas, seguida de la sección de lácteos y finalmente la sección de carnes y pescados. Mientras caminaba, una señora me observaba con cierta desconfianza. Al principio no me importó mucho, supuse que era solo su forma de ser.
Fue entonces cuando todo se complicó. Mientras recogía algunas paltas, note cómo la mujer que me estaba observando se acercaba a un empleado del supermercado. Al principio no entendía lo que estaba sucediendo, pero rápidamente me di cuenta que la señora lo estaba señalando y diciendo cosas sobre mí.
En ese momento sentí una mezcla de enojo y tristeza. No podía creer que algo así estuviera sucediendo. Me dirigí al empleado para preguntarle qué estaba pasando y aunque al principio fue reticente, finalmente me explicó que la mujer lo estaba acusando de haber tomado algunos productos y caminar por el supermercado sin comprar nada.
Afortunadamente todo se aclaró rápidamente. Le mostré mis cuentas de banco donde una reciente transferencia de mi nómina a mi cuenta corriente demostraba que tenía suficiente dinero para pagar cualquier cosa que quisiera en el supermercado. Además, el video de seguridad del supermercado demostró que no había tomado nada sin pagar.
La mujer que me acusó se disculpó y me aseguró que solo estaba tratando de hacer cumplir las normas del supermercado. Me fui sintiéndome aliviado, pero también decepcionado con el hecho de que en la sociedad en la que vivimos, incluso haciendo algo tan simple como comprar en un supermercado puede ser malinterpretado de manera tan drástica y prejuiciosa.
Nunca había experimentado algo así en mi vida, pero ahora me doy cuenta de que es una experiencia común y triste para muchas personas. Me queda la esperanza de que la sociedad cambie su forma de pensar y de que podamos ser más abiertos y empáticos con quienes nos rodean.